8/20/2006

Él y nosotros

Publicado en la edición 15 de Entre Líneas

Por Adolfo Morales Moncada

Mientras él, que tiene once años, bueno, el brincolín, con los amigos, el pastel de chocolate, las pelotas que ruedan casi por sí mismas, la bicicleta vespertina; nosotros, los solemnes adultos pagamos más por el precio de la gasolina, escuchamos a diario los insultos, los miedos, las negaciones, las brabucadas verbales, propias de pandilleros y callejeros, que son de los candidatos a la presidencia (Calderón, Madrazo, López Obrador), cuando no, los discursos esquizofrénicos que atentan contra el principio y la prueba de realidad, que el resto de los mexicanos vivimos cotidianamente.

Mientras él, que tiene once años, se preocupa por los exámenes mensuales y aprenderse las divisiones de unidades, decenas, centenas y unidades de millar, las leyes de reforma, el estado laico, la intervención francesa, las luchas entre liberales y conservadores (vieran la cantidad de adultos que conozco que transitan por la vida con aquella tranquilidad, sin tener la menor idea de lo anterior) y las tareas en el libro de ciencias naturales, de recursos naturales, y entonces, el agua, la madera, los bosques, los yacimientos y por ahí, parece que cuela entre las páginas de su libro, algo de conciencia ecológica y desarrollo sustentable; nosotros, bueno, nosotros seguimos duro y dale con ponte la verde, con ponte la pulsera, con píntate la cara, con compra la camiseta, con baila con nosotros, con vota por la conductora para el programa de televisión, y con usar como pretexto la reunión con los amigos para reducir la sed (siempre inagotable) en múltiplos de seis.

Mientras él, Shrek y las películas de aventuras y de terror, y entonces el Hombre Araña y el Señor de los Anillos, y cazadores de fantasmas, Don Gato por la mañana y Van Helsing (el caza vampiros) por la tarde, y otra vez Shrek a cualquier hora del día, porque se encuentra la película cuando busca otra, y entonces, pues, nuevamente Shrek en funciones especiales de fin de semana; nosotros, pues sí, nosotros, seguimos con las guerras permanentes, y entonces Irak y los gringos que nomás, no se salen, e Irán , ahora bajo amenaza (que cómo se les ocurre desarrollar tecnología nuclear ) , y Sudán y el Congo, donde hay hambruna y violencia social, y las guerras contra narcotráfico, contra el terrorismo, y el relajo de Atenco, en fin, estamos en guerra permanente y pareciera que nomás, no hay manera de sentarse a firmar algún tratado de paz (o cuando menos de respeto, de simpatía, de tolerancia, de no agresión, de escucharse antes de disparar) entre nosotros mismos.

Pero bueno, a veces, sí, a veces, parece que el mundo de él, con su onces años y el nuestro se tocan, y es porque decidimos, sí, nosotros, decidimos sumergirnos en su fantasía, en la construcción de su realidad, entonces jugamos con él futbol en la calle (con porterías de bote o de piedras, sin pintarse, ni ponerse nada), o nos subimos a la bicicleta sin buscar ir a ningún lado, o tomamos, con la mejor actitud posible, esto de ¿cuántas veces cabrá 34 en 145 ? o disfrutar en la televisión vespertina, la más reciente de Harry Potter o de Shrek o de El Señor de los Anillos por … ( la verdad ya perdí la cuenta ), o en un domingo cualquiera, pedir de postre el pastel de chocolate que mejor atenta contra el pudor, el decoro, las buenas costumbres y la dieta.

A veces, sí, a veces, nuestros mundos se tocan, entonces recordamos que la vida puede ser otra cosa, que puede vivirse diferente, que puede construirse diferente, entonces tememos, peleamos, discutimos, violentamos, mentimos menos (mucho menos) y reímos, corremos, brincamos, jugamos, soñamos más.